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Las series del año, tres favoritas y tres decepciones

Por Juli Fantini

Sepan disculpar las y los lectores de esta columna porque se repetirán conceptos que ya leyeron, pero así son los balances del año. En este caso, haremos una breve jerarquización que parte del universo de lo visto –por cierto, no fue todo lo que se emitió, es imposible– y evitaremos caer en los conceptos de mejores y peores. Optamos por la idea de favorito, es decir, léase esta lista en torno a las preferencias de quien escribe, con la posibilidad de que ustedes sumen las suyas y, así, estimulemos la conversación en un 2020 en el que vimos mucho más que antes. 

En ese contexto, LA serie del año es una producción de HBO que se metió con un tema difícil de contar: el abuso sexual y el después. Se trata de I May Destroy You. Escrita, dirigida y protagonizada por Michaela Coel –basada en su experiencia, fue abusada–, el relato y la interpretación son un verdadero tour de force de las emociones y trabas burocráticas tras una violación, que la protagonista en principio no recuerda y de la que, a través de los capítulos, va descubriendo detalles, exponiendo su subjetividad dañada, tratando de reconstruir lo ocurrido y reconstruirse, junto a su círculo de amigos, quienes también experimentan otras variantes del abuso sexual. Ni complaciente ni dispuesta a deificar a las y los sobrevivientes, el uso del humor como catarsis aparece en I May Destroy you como el componente que te distrae para luego volverte a atrapar, en una narración que, sin dudas, se suma a otras características innovadoras para contar este tipo de historias y consagrar a esta actriz como una de las voces más originales del año. 

FAVORITAS

  1. Normal People 

El drama romántico no es un terreno habitual de la TV de prestigio. En general, prima el abordaje en clave telenovelesco. En este caso, los doce capítulos de Normal People construyen, en varios actos, la complejidad de un romance, y evitan los clichés del género. Es una para llorar y para recordar el primer amor, pero también una profunda reflexión sobre la intimidad y los vínculos. De haber estado en Netflix, no se hubiera hablado de otra cosa. 

Así hablamos de Normal People:

Normal People (Starz Play) es la gran serie romántica de la pandemia. Con potencial de clásico, con seguridad será recordada porque es un retrato íntimo del amor adolescente y sus idas y vueltas posibles de universalizar. Pero también es una serie sobre lo que significa ese paso gigante entre el secundario y la universidad o el trabajo, y quiénes acompañan ese proceso. El vínculo entre Marianne y Connell llena la pantalla y sirve de excusa para mostrar cómo el mundo adulto recibe a estos jóvenes que experimentan el sexo de manera intensa. La ternura y la empatía también son parte de lo que se pone en primer plano en Normal People, y se disfruta de principio a fin, a pesar de las pequeñas y grandes tragedias que atraviesan a la pareja. 

  1. High Fidelity

Esta es otra serie que, de haber estado en una plataforma más popular, hubiera estimulado la conversación social por fuera de los seguidores de Nick Hornby y Zoe Kravitz. Y la pésima noticia es que no tendrá segunda temporada. Si no la vieron, la encuentran en Movistar Play y, por supuesto, en alguna plataforma alternativa. 

El desafío de la serie es contar la misma historia –del libro y la película homónima–, una oportunidad ganada de darle una nueva lectura al libro de los 90, que se cumple con creces. Además, que Rob sea una mujer negra, sin caer en el panfleto de lo políticamente correcto, hace de esta comedia romántica-melómana una experiencia de enorme disfrute.  

Así hablamos de High Fidelity:

High Fidelity (Hulu) hizo lo imposible: le cambió el género al histórico personaje de la novela homónima de Nick Hornby que ya había sido llevada al cine con eficacia con John Cusack como protagonista y, contra todo pronóstico, generó algo encantador. Sobre todo, porque para interpretar a Rob está la carismática Zoë Kravitz, también productora ejecutiva de la serie. En el camino de la comedia romántica, la melomanía atraviesa todos los aspectos de la vida de la dueña de una disquería quien, tras su última ruptura amorosa, repasa viejas relaciones también frustradas para encontrar una respuesta al porqué del fracaso. Esta adaptación es aún más fiel al libro original porque la serialidad permite lo que el cine no: contar la historia en muchos más minutos. La banda sonora es incomparable. Se recomienda la escucha.

  1. Raised By Wolves

El prestigioso Ridley Scott, productor y director del piloto de Criados por Lobos, que regresó a la televisión tras 50 años, le dijo al diario inglés The Guardian que a la serie hay que mirarla con tres botellas de vino encima. La recomendación tiene que ver con la trama, pero también con el momento que aún vive, o padece, la humanidad. 

La serie en sí es una exploración sobre los temas que Scott ha desarrollado en sus películas. No es novedosa: la ciencia ficción clásica es su anclaje, pero para quienes aman el género será una experiencia evocativa. Capítulo tras capítulo las referencias abundan. 

La historia sigue a una pareja de robots cuya misión es procrear y criar a unos niños y niñas en un planeta desconocido, tras un desastre ocurrido en el suyo. De fondo, un enfrentamiento religioso que trae a colación las guerras santas, no muy sutil pero sí efectivo. 

Anoten el nombre de Amanda Collin, quien interpreta a “Madre” una de las androides, porque su actuación merece ser celebrada. 

NO TAN FAVORITAS

  1. Dark (tercera temporada) 

La serie alemana que ganó el mundial que organizó Netflix en Latinoamérica tuvo un desenlace indigno para sus comienzos. Esa trama complejísima que te exigía, como Cien años de soledad –salvando las distancias narrativas–, mirarla con un mapa de las familias en las tres temporalidades, terminó traicionando su original camino de thriller doméstico de ciencia ficción. 

Al desenlace se lo devoró su propia ambición de contarlo todo, con, por ejemplo, la introducción de las realidades alternativas, priorizando la acción y los rulos narrativos por sobre el drama familiar. Las ramificaciones en tiempo, espacio y mundos no hicieron otra cosa que aturdir, también en su afán de dar cuenta de varios conceptos filosóficos que sobraron.

  1. Run

Esta comedia romántica de acción tenía todo para ser algo para recordar: los protagonistas Merritt Wever y Domhnall Gleeson son grandes actores, la creó Vicky Jones, socia creativa de Phoebe Waller-Bridge (Fleabag) –quien tiene un pequeño papel en Run– y cuenta con el sello de HBO. Sin embargo, se va a la banquina. 

La premisa de arranque es atractiva: dos exnovios que pactaron huir de sus vidas si las cosas se complicaban, finalmente hacen contacto 17 años después de finalizada la relación y se embarcan en un viaje en tren por EE. UU. 

El pacto de huida, lo que dejan atrás, y el reencuentro ya eran material suficiente para contar una buena historia hasta que un crimen transforma lo divertido y riesgoso de la trama inicial en una tragedia de proporciones, nada interesante. 

  1. Little Fires Everywhere

La serie protagonizada por Kerry Washington (Scandal) y Reese Witherspoon (Big Little Lies) que llegó este año a Amazon Prime Video tenía todas para ganar: ambientada en los 90, con dos grandes actrices protagónicas embarcadas en un duelo sobre dos formas de maternar y de vivir, se fue de eje rápidamente con sus trazos gruesos al plantear las diferencias de clase y género entre las dos. Son ocho capítulos en los que se presenta un flashback que da cuenta de quién pudo haber prendido los pequeños fuegos que terminan con la casa fabulosa del personaje de Witherspoon en llamas y que vemos en la primera escena.

El potencial que tenía revisar la última década del siglo pasado se reduce a referencias directas a consumos culturales y guiños cómicos, cuando tenían todo para profundizar en la moral de esos tiempos: la era Clinton en EE. UU. 

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