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Gambito de Dama: Bobby Fischer es una mujer blanca

Por Juli Fantini

Coinciden los aficionados al ajedrez que mucho de lo que sucede en la vida de la protagonista de Gambito de Dama (Netflix) se inspira en los sucesos de un referente absoluto de ese deporte: Bobby Fischer, el héroe nacional de Estados Unidos por su performance en los 70 y después.

Sin embargo, la historia de Beth Harmon (Anya Taylor-Joy, brillante, ya vista en The Witch, Peaky Blinders, entre otras series y películas) no es una biografía de una ajedrecista precoz que haya existido, sino la adaptación de un libro de título homónimo de Walter Tevis publicado en 1983, también autor de otras obras que dieron lugar a las películas El hombre que cayó a la Tierra y El color del dinero).

La década contada en la serie va de fines de los 50 a fines de los 60, mientras vemos cómo estalla el flower power y se evidencia el cambio de época y generacional, con el nacimiento de la juventud como un hecho político. 

Beth es una huérfana criada en un frío orfanato católico, donde toma contacto con dos cosas que le cambian la vida y la acompañarán para siempre: un tablero de ajedrez (de la mano del conserje que la introduce en el juego) y las pastillas tranquilizantes que les daban a las pequeñas para mantenerlas “dóciles”. 

A medida que pasan los años, Beth deja el orfanato y llega a la casa de una familia algo mayor que la adopta. La relación entre ese matrimonio se rompe, él se va, y empieza una nueva etapa en la que descubre que puede ingresar al mundo de las competencias deportivas, mientras su madre adoptiva advierte que con eso se puede hacer dinero.

Así, avanzan los campeonatos y las copas, y la relación entre las dos se fortalece, a pesar de la evidente depresión y alcoholismo de Alma, interpretada por la cineasta Marielle Heller en un rol entre patético y conmovedor.

El asunto de la irrupción de una mujer bella y joven en un mundo de hombres no es el centro del relato, pero sí el eje del enojo de Beth, quien se manifiesta en contra de que las notas periodísticas que le hacen subrayen el hecho de que es una chica: su único objetivo es llegar a lo más alto del mundo del ajedrez, más allá de que le guste la ropa y de su evidente belleza.

Así, la serie de Netflix combina dos subgéneros: el del drama deportivo, donde la competencia es el motor de la historia, y el coming on age o historia de crecimiento, donde el traspaso de la niñez a la adultez transforma al personaje principal.  

Con esos dos esquemas narrativos, los creadores –quienes contaron con el asesoramiento del ajedrecista ruso Gari Kaspárov– resuelven de manera eficiente y entretenida las múltiples partidas que vemos en los siete capítulos. Quienes manejan pocos conceptos del deporte, el montaje entre tablero, piezas, miradas y espectadores, no necesitarán esforzarse demasiado para saber cuál es la instancia de la partida en la que se encuentran, ¡y se recrean más de 300! 

Ese tránsito entre los pequeños torneos zonales al máximo nivel del ajedrez sería poco para hacer de Gambito de Dama algo más que un drama convencional si no coincidiera con los años preadolescentes y adolescentes de Beth, y su historia de abandonos, pérdidas, adicciones y, en algún punto, un ego y una psiquis descontrolados. 

Así y todo, no buscan convertirla en una heroína. Por el contrario, vemos sus miserias, asistimos a sus puntos bajos –aunque no tan patéticos como para que luego metan la típica historia de redención–, y malos tratos desde y hacia sus rivales (hombres) que, por la magia de la ficción, terminan convirtiéndose en sus parejas sexuales y amigos. 

Ese, tal vez, es el punto menos verosímil de Gambito de Dama, dado el alto nivel de la competencia. Sin embargo, la actuación de Anya Taylor-Joy todo lo llena: sus ojos, su manera de moverse, los cambios físicos sugeridos por el maquillaje, cortes de pelo y vestuario recrean perfectamente esos años, que son difíciles para todos y todas, mucho más si sos una huérfana prodigio del ajedrez.

El concepto de genio que maneja la serie es también particular, porque insiste en ciertos costados autodestructivos, pero no desdeña el trabajo obstinado, la profunda creatividad y la dedicación casi absoluta a la meta. 

Las secuencias en las que Beth imagina las partidas en el techo de los cuartos que habita dan cuenta de cómo su mente está completamente absorbida por el juego y, de una manera similar, la historia absorbe al espectador que esté dispuesto a ver cómo alguien elude el dolor al encontrarse con una pasión que, al mismo tiempo, le potencia y le consume la vida, pero con un final feliz.  

1 reply
  1. Ricardo Rizzi
    Ricardo Rizzi says:

    La serie , maravillosa, tiene Argentina presente. Por razones estaría muchos espectadores no advierten las veces que nombran entre los genios del juego a Najdor. Fue un judio polaco que llegó expulsado por la guerra y el genocidio contra su raza y recibido gloriosamente por el Presidente Peron. Adoptó la ciudaDamian argentina y como tal participó en los más importantes torneos del mundo. Don Miguel Najdor se sintió argentino hasta su muerte. Nunca superado la serie en una parte se habla de las jugadas o técnicas y mencio “ la Najdor” y para resaltar las virtudes del norteamericano de sombrero mencionan que hizo tablas con Najdor. Un orgullo

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